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  • Foto del escritorRevista De Frente

Semillas del feminismo popular

Una mujer sale de la casa, para buscar comida. Encuentra a otra mujer, y a otra, y a otras más.

El capitalismo les robó el trabajo a sus familias. El patriarcado les robó su lugar en la historia, su tiempo, el reconocimiento de sus deseos.



Una mujer sale a la calle, a reinventar lo que le falta. Lo que más duele es el hambre de todos los días… y sobre todo, el hambre de los niños y de las niñas.

En la calle hay otras mujeres como ella. Estrenando un coraje que nunca imaginaron, rompen el lugar de lo privado que les impusieron. Cuando hay necesidad, se quiebran los pactos que ordenan y disciplinan la vida.

Una mujer junto a otra y a otra, hacen magia para multiplicar de la nada, el alimento y el trabajo. Huertas comunitarias. Ollas populares. Comedores. Hornos para el pan. Ladrillos para fabricar los hornos. Educación popular para repensar el mundo. Comunicación popular para contar su historia.

Una mujer junto a otra y a otra, crean un nuevo lugar en el mundo, donde sus vidas cuentan. Se valen de los saberes guardados por años por sus abuelas y por las abuelas de sus abuelas. Buscan semillas. Encuentran tierra. Siembran. Cosechan. Nuevamente las mujeres reinventan la agricultura. Esta vez en las ciudades. Esta vez en pequeños territorios ganados a la urbanidad.

Las mujeres cortan las rutas para exigir trabajo. Trabajo y dignidad. Trabajo y cambio social. Trabajo y libertad. Trabajo y autonomía. Algunos muchachos las acompañan. Se organizan. Pelean con la policía. Trabajan a la par. Hay un Darío entre ellos. Hay un Maxi entre ellos.

Una mujer junto a otra y a otra y a otra… y al Darío y al Maxi … y a los muchachos que van entre ellos, suben al Puente Pueyrredón. Cortan el puente.

Ahí está muy fresquita la memoria de otras mujeres y muchachos de Cutral Có y de General Mosconi. Hay muchas Teresa Rodríguez. Hay muchos Santillán. Se nombran como ellas y ellos. Piqueteras. Piqueteros. Una mujer y otra y otra suben al puente. Algunas se tapan la cara. Como las zapatistas, no se cubren la cara para ocultarse, sino para ser vistas. Algunas forman la seguridad piquetera. Palos y hondas contra las balas. El hambre no se aguanta. Pero no se trata sólo del hambre. Ahí en el puente está la dignidad. No sólo exigen trabajo. También buscan crear, desde abajo y desde el puente, poder popular. Cambio social.

Las mujeres están en la primera línea del corte del puente. Hablan de las cosas que les pasan. Del cambio en sus vidas. De ser mujeres piqueteras. Una a una van hablando. El diálogo se vuelve asamblea. A la asamblea llegan también las travas, las trans, las lesbianas. Siempre estuvieron, pero ahora se nombran. Ahí llega Maite. Acá está Diana. Desde entonces, cuando hay asamblea en el puente, cuando hay memoria de Darío y Maxi en el puente, de los muchachos que las acompañaban hasta que las balas le cortaron el vuelo, ahí las mujeres hacen historia, la cuentan, se organizan.

Las semillas florecen. Se multiplican. Se desnudan de las cáscaras patriarcales. El hambre ronda las esquinas. Por ahí revolotean los muchachos, en banderas al viento. Darío con su sonrisa nos asegura: “Ni muerto me detendrán”. Las hijas de aquellas piqueteras, suben con ellas al puente. ¡Piqueteras, carajo! Retumba la memoria. Maxi y Darío viven. 15 años después, la asamblea de mujeres, sigue y sigue. Aquelarre de brujas rebeldes. Florece en el puente el feminismo popular.


De: Calaudia Korol

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